24.4.08
LIVERPOOL, LAS CALLES DEL RITMO
Dos iconos, los Beatles y el Liverpool F. C., constituyen el alma emocional de la Capital Europea de la Cultura , una ciudad llena de contrastes, con una arquitectura sobrecogedora y la mirada puesta en el futuro
El estuario del río Mersey le roba plano a la ciudad portuaria. Desde la ventanilla del avión no se ven edificios reconocibles: sólo agua, niebla y grandes chimeneas que hacen su contribución a la causa. Un lugar desconocido, desolado y húmedo. Para el neófito es importante una referencia, un asidero de tópicos que le reconforte. Por suerte, la sensación de vacío desaparece al poco de aterrizar en Liverpool. El aeropuerto se llama John Lennon y en su puerta hay una gran escultura del «yellow submarine». Vistazo alrededor: es posible que Paul y Ringo estén a punto de coger un vuelo. Ya en el taxi, después de digerir que las rotondas se cogen por la izquierda, el visitante se viene arriba y pregunta al conductor por el Liverpool F. C. «Lo siento, soy del Everton», contesta lacónico.
Por supuesto. La Capital Europea de la Cultura 2008 es más que los Beatles y los «Benitles». Es el Everton, las catedrales, el Albert Dock, St George's Hall y los museos situados en el muelle y en William Brown Street. Es esa arquitectura arrogante que se eleva desde Pier Head, el puerto de piedra construido en el siglo XVIII y que fue, para muchos emigrantes, el último paisaje europeo que vieron en su vida. Es el centro bullicioso y comercial en torno a Williamson Square. Es el hogar del Gran National, la carrera de obstáculos ecuestre más importante del mundo, celebrada en Aintree desde 1839 y vista en televisión por 600 millones de aficionados. Pero, qué diablos, ya habrá tiempo después para estos y otros lugares, porque la llamada de la música es demasiado tentadora.
Qué noches la de aquellos días
En Matthew Street una mexicana se abalanza sobre la estatua de Lennon y la cubre de besos, como si fuera un santo al que pedirle salud o un novio. En Liverpool se hablan 60 idiomas en la actualidad, y la calle del beat es una pequeña Babel de melómanos. John tiene el look característico de su etapa de Hamburgo, cuando los Beatles rompieron el precinto de su motor para conquistar el orbe. Un muro de ladrillos con los nombres de muchas bandas le guarda las espaldas. Hay dos Cavern, un club y un pub, pero ninguno de los dos es el legendario local donde los Fab Four tocaron 275 veces entre 1961 y 1963. Un detalle casi irrelevante para los fans que bajan a las profundidades de esos establecimientos para tomarse unas pintas y fotografiarse junto a carteles y otros recuerdos de la década prodigiosa. No importa si tienen o no certificado de autenticidad. El antro original fue demolido en 1973. Un cartel situado unos metros más abajo del actual club recuerda dónde estuvo la entrada. Si uno ingresa en el centro comercial de al lado se topará con una tienda para frikis y un café llamado «Lucy in the sky with diamonds» que se arroga el privilegio de ocupar el espacio del viejo Cavern. En Matthew Street todos están de acuerdo con el famoso dicho periodístico: «No dejes que la realidad te arruine un buen reportaje».
Pero la calle es la calle. En The Grapes, un pub donde los Beatles sí se acodaron en la barra, los viejos rockeros aún recuerdan el olor a sudor y desinfectante de la caverna. «Las mujeres entraban con el pelo liso y salían con el pelo rizado», dice una voz. Cientos de personas se hacinaban en aquel antiguo almacén victoriano donde hasta las paredes chorreaban. «Si después de un concierto te encontrabas con un colega en otro lugar sabía de inmediato que venías de The Cavern porque apestabas». Pero, por encima de todo, recuerdan la emoción de haber vivido algo extraordinario. Interminables sesiones de música en vivo en un mundo sin móviles e internet. Otra de las bandas que solía actuar allí era Gerry & The Pacemakers, precursora del Mersey Sound y que fue casi borrada del mapa por el tsunami beatle. La cantante y presentadora de televisión Cilla Black estuvo durante un tiempo a cargo del guardarropa. Brian Epstein, manager de los Beatles, descubrió que la chica tenía talento para otros menesteres y la lanzó al estrellato.
Una ciudad para futboleros
«Cada vez vienen más españoles por aquí». Es día de partido y Chris Baylis, director de la tienda oficial del Liverpool, supervisa la avalancha de supporters de toda la vida y asimilados de última hora, esos que se han dejado encandilar por la leyenda de un equipo entrenado por Rafael Benítez y donde Fernando Torres (30 goles en lo que va de temporada), Pepe Reina y Xavi Alonso son algunas de sus más rutilantes estrellas. Y no tienen apellido anglosajón. Chris esgrime unos datos con orgullo: el partido contra el Arsenal de cuartos de final de la Liga de Campeones fue visto por más de cuatro millones de telespectadores en España (un 25,3 por 100 de la audiencia). Una de sus compañeras comerciales lleva un pin del Atlético de Madrid en la solapa. Lo obtuvo en un intercambio de insignias con un aficionado al modo en que los jugadores se intercambian banderines en el campo.
Anfield Road es una calle estrecha con edificios de escasa altura y de ladrillo rojizo. Nadie diría que escondido en ese barrio de arrabal se levanta uno de los templos mundiales del fútbol, sede del club más laureado de Inglaterra —18 Ligas—y con un impresionante palmarés internacional —5 Copas de Europa—. El domingo de partido hay una liturgia de manual: los supporters del Liverpool se quitan el pijama y se visten la camiseta roja; no se la quitarán hasta la noche y los más valientes no se pondrán una chupa encima aunque llueva o haga frío. El partido es a las 13:30, así que llegan una hora antes a las inmediaciones del estadio para meterse una hamburguesa o un perrito caliente más un par de cervezas en los puestos ambulantes que hay junto a The Kop, la mítica grada sur (Ernest Edwards, editor del Liverpool Echo, la bautizó así en 1906 porque le recordó la ladera de la colina Spion, de Suráfrica, donde en 1900 un batallón de fusileros de Lancashire fue aniquilado por los Boers; 3.000 soldados de Liverpool nunca volvieron. Colina, en el idioma afrikáner, es Kop). Visitan la tienda oficial para comprar merchandising, cantan el himno del club (el celebérrimo «You'll never walk alone»—Nunca caminarás solo—) y los temas de sus jugadores favoritos y, metidos en la caldera de emociones de Anfield, aplauden a su equipo como si les fuera la vida en ello. El fútbol se engarza con la música para componer el alma sentimental de Liverpool.
La cara B del disco es un canto a la modernidad, una apuesta por tratar de sacudirse la bruma de una historia tempestuosa. Liverpool prosperó en el siglo XVIII gracias al tráfico de esclavos; los barcos hacían escala aquí durante el viaje desde el este de África hasta Virginia y las islas del Caribe, donde la «mercancía» humana se cambiaba por azúcar, ron, tabaco y algodón. Más tarde, entre 1830 y 1930, cerca de diez millones de emigrantes (la mayoría británicos, pero también de los países nórdicos) zarparon de este puerto rumbo a América. Durante la II Guerra Mundial los muelles tuvieron otro momento de ebullición por el comercio trasatlántico y la llegada de soldados norteamericanos (más de un millón desembarcaron en Liverpool antes del día D). La crisis económica de la década de 1970 y los conflictos raciales de los 80 sumieron a la ciudad en la depresión. En 2008, la inyección de dinero y entusiasmo por la capitalidad europea de la cultura se deja notar no sólo en los andamios, grúas y zanjas para el lavado de cara de su paisaje urbano,
sino en un ambicioso programa de eventos que comienza dentro de un mes y donde el arte, la música y el deporte tienen un gran protagonismo.
Tentaciones en el muelle
Albert Dock, construido entre 1841 y 1848, fue uno de los primeros muelles cercados del mundo. Pasear bajo su columnata de hierro fundido es un placer. Los viejos almacenes fueron rehabilitados y ceden su espacio a museos, tiendas y restaurantes. En el dock está, por ejemplo, el Merseyside Maritime Museum, ideal para profundizar en la historia apuntada el párrafo anterior. También el Tate Liverpool, una de las sedes de la Tate Gallery de Londres, que acogerá a partir del 30 de mayo una gran exposición sobre Gustav Klimt. Y, por supuesto, The Beatles Story, un refugio para nostálgicos. El 18 de julio los muelles serán testigos del comienzo de la regata Tall Ship, que concentra a un millón de personas en las orillas del río Mersey.
Pegado a Albert Dock está el flamante Echo Arena, que albergará en julio el festival Liverpool Summer Pops y en noviembre la entrega de los premios MTV. Aunque el plato fuerte será el concierto de sir Paul McCartney en Anfield el 1 de junio.
En el sorprendente skyline destaca la mole de la catedral anglicana, de estilo neogótico, que empezó a construirse en 1902 y se concluyó en 1978. El quinto templo en tamaño del mundo es obra de Giles Gilbert Scott, a quien se debe el diseño de la cabina telefónica roja que se ha convertido en uno de los símbolos de este país. De hecho, hay un locutorio en el recinto. Desde los 101 metros de la torre se disfruta de las mejores vistas de la ciudad: al norte, siguiendo por Hope Street, está la catedral metropolitana, católica, que según los planos originales habría sido mayor que la basílica de San Pedro, en Roma. La guerra y el declive económico obligaron a reducir sus dimensiones. Su cripta acoge a finales de año una exposición de Le Corbusier, una prueba más de la fuerte ligazón de Liverpool con la arquitectura.
Foto: Gonzalo Cruz Jr.
(Publicado en ABC VIAJAR el 24-04-2008)
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